Indiferente a los modos embriagadores, Salvador Amenábar se dio el lujo del tiempo suspendido; su vida de taller gira en tomo a un jardín florido que zalamea cada mañana. En una bodega, el sigue el fantasma de Caravagio y le gusta, entre dos débiles fuentes de luz eléctrica, provocar el nacimiento de la penumbra. EI pintor conoce su vulnerabilidad al exponer. Él representa a sus modelos, seres vivientes y a una tierra meticulosa elegida para apoyar sus valores. El alma de esta comarca, Ia encuentra a través de miradas, sonrisas y contrariedades de la gente del campo o la calle. Salvador Amenábar es discreto, pero también decididamente ofensivo y, posee una presencia pictórica evidentemente de combate! Sabe muy bien captar y valorizar, tras las luchas que se libran en su paleta, los agudos reflejos rojos, naranjas y cobres, a los que opone sus teatros de sombra. Su obra nace dentro de tintes terrestres: valles tornasol, colinas y casas. Las propias cualidades de un saber hacer componen la más bella unión al talento. Pero ello implica mucho trabajo, esfuerzo veces aislado, más bien solitario en la repartición de sus búsquedas sobre la tela. Apasionadamente argumenta delante de las obras de sus mayores: Juan-francisco González, Pablo Burchard, Camilo Mori, Oscar Trepte, Adolfo Couve... Energía y visión perpetuamente en tensión, entre contemplación y reacción, exaltación y vacilación delante de un sujeto; evaluaciones y comparaciones cromáticas para la elección de pigmentos, lienzo, barniz, y tiempo de secado. iExiste también esta obsesión de efectos de mil luces, y la crueldad del sol que cambia sus juegos cada media hora! La piel de este pais... De norte a sur Salvador Amenábar busca, encuentra, pierde y reencuentra esta luz. Una obra en construcción parece estar tendida hacia esta Iuz, sus brillos, sus reflejos, su materia."  Thierry Defert.